martes, abril 11, 2006

Danny Potter contra la maldición de la Hombre-Lobo.




¡Hola de nuevo! Aquí Danny “Danny Potter” Potter transmitiendo mis historias de hombruna y testosterona sin límites, para que cuando ustedes crezcan sean hombres de verdad. A mi me preocupan los niños de hoy en día. Es en serio, señores. El otro día yo me estaba mandando un sanduche de chancho en el malecón, y estaba esta señora con un niño de cinco años. El pelado de mierda estaba que jodía, y como yo no tenía nada mejor que hacer, le pegué un patazo a la careta y le tumbé unos dientes. El pelado se puso a llorar. ¿Qué es esa mariconada? ¿Qué es esa mariconada? Cuando yo tenía cinco años mi viejo se emborrachaba, me despertaba a las cinco de la mañana con un puñete al huevo y me mandaba a trabajar a la mina de carbón todos los días. ¿Yo lloraba? Ni verga, porque eso de llorar y tener sentimientos es para mujercitas y maricones. Por eso y les cuento mis superhazañas sexuales y parábolas de masculinidad para enseñarles como ser hombres; así como hizo Jesús, antes de que lo mataran los judíos.

Aguántense, chuchas de sus madres, y tomen notas que aquí viene la historia...

Me desperté en una cama y a mi derecha tenía una pelada buenota en pelotas, y eso me sorprendió. No me sorprendió la pelada, porque tener tipas desnudas en mi cama es de lo mas normal, lo que me sorprendió fue despertar en una cama, porque por lo general siempre me despierto en el piso del cabaret ‘El Imperio’. Le empecé a manosear una teta para despertarla y le dije “Buenos días, mi amor.” La man se despertó y gritó “AAAAAAAHHHH ¿Quién es usted? ¿Quién chucha es usted? ¡Ricardo! ¡Ricardo! Despierta, ¡que se nos metió un loco desnudo a la casa!” Me viro para la izquierda, y efectivamente ahí estaba Ricardo recién despertándose. “Eeeehhh... ¿Qué está pasando? AAAAAAHHH ¿Quién chucha es usted? ¿Cómo se metió en la casa? ¿Cómo se metió en la cama?” me pregunta este pendejo cabreado, probablemente porque todavía le estaba sobando las tetas a su señora. Esa huevada si me cabreó; porque no tengo ni puta idea como terminé ahí ni que fue lo que hice durante toda la semana pasada, y les digo “¡Lárguense de mi casa par de hijueputas! ¿Qué es esta huevada? ¡Váyanse a la verga y no regresen!”

El cojudo este se para cabreado de la cama y agarra un bate de baseball. “¡Esta es nuestra casa, maldito loco! ¡Y deja de sobarle las tetas a mi esposa!” Me pongo a mirar alrededor, y es verdad que ese no era mi cuarto ni mi caleta. Salgo de la cama de un salto y me preparo para luchar con este hijo de puta con toda la experiencia que solo te puede dar pelear cuatro rounds contra mi viejo borracho todas las noches desde que tenía cuatro años. Pero después cambio de opinión, agarro una lámpara y se la reviento en la cabeza. El man cayó al suelo inconciente. “Oiga, señora. ¿Cree que tenemos tiempo para que le meta unos rounds de verguisa mientras su marido está inconciente?” le pregunto yo a la señora. “¡Voy a llamar a la policia!” me contestó la tipa esta, y yo lo tomé como un “No gracias, tal vez otro día”.

Como esta no era mi casa, yo no tenía idea como salir, así que hice lo que cualquier hombre hubiera hecho. Tomé una silla y la voté por la ventana para romper el vidrio, luego tomé el televisor, salté con el aparato por la ventana y me puse a correr soplado como el pedo. Justo en plena calle me acordé que tenía que ir a la maternidad Sotomayor porque una de mis mozuelas daba a luz a un bastardo mío. Intenté ir en taxi, pero ningún taxista hijueputa se dignó en llevar a un hombre desnudo con un televisor robado. Me tuve que ir en buseta. Por suerte yo siempre guardo un tubito de monedas en el compartimiento secreto de atrás. Si no sabes de qué chucha estoy hablando, entonces no quieres saber de qué chucha estoy hablando.

Llegué a la maternidad una hora mas tarde. Le fui a preguntar a una de las enfermeras donde se encontraba mi mozuela con mi bastardo. La enfermera se puso a gritar; no sé si porque yo todavía estaba desnudo, o porque le había metido la mano por debajo de la falda y le había sobado la musaraña; no sé cual de las dos fue. La man me cacheteó y me obligó a ponerme una de esas batas de hospital. Me la puse porque ya no quería mas problemas y relajo.

Encontré el cuarto que buscaba, y ahí se encontraba el viejo de mi mozuela con mi bastardito. “Fue una niña” dice el viejo y me la pasa. ¡La niña era negra! “¿Qué es esta huevada? Esta no es mi hija. Me quieren ver las huevas. ¿Cómo chucha me van a decir que esta negra es mía?” le digo yo y le boto la niña de vuelta. El viejo cacha a la niña en el aire y me dice “Oiga, vea, vea, ¿cómo quiere que la niña sea blanca, si la mamá es negra? Vea, vea, vea.” Y yo le dije “Mira, negro hijueputa, todos saben que los genes blancos son mas fuertes que los negros, y que los genes blancos esclavizan a los genes negros, y los bebés salen blancos y rubios como yo; especialmente mis genes que son mas arrechos que los de cualquiera. Tú no sabes de genética, así no me discutas huevadas.” Como ya me había olvidado como salir del edificio, agarré una silla, rompí la ventana, agarré mi televisor y una radio que estaba en el cuarto y salté por la ventana. La cagada fue que yo estaba en el segundo piso y al caer me hice mierda.

EPÍLOGO

Le hicieron una prueba de ADN y salió que la niña es mía, o por lo menos eso me dijeron una semana después cuando desperté del coma en la clínica Guayaquil. Yo creo que estos hijueputas sobornaron a alguien, porque esa huevada no puede ser.

PERDIDAS: Perdí toda la plata que ahora tengo que dar para los pañales y la leche de mi hija bastarda. Perdí la ropa que tenía, si es que en algún rato tuve ropa. Perdí parte del cráneo. Perdí todas mis monedas en viajes en buseta.

GANANCIAS: Gané una hija para explotarla en las calles pidiendo limosna. Gané un televisor y una radio, que milagrosamente sobrevivieron a la caída porque cayeron sobre mi cabeza y mis bolas y no el cemento. Gané una bata de hospital (mi nueva camisa dominguera.)

BALANCE: ¡Otra aventura donde salgo ganando!

MORALEJA: No metan sus dedos por el coño de las enfermeras de la Sotomayor; me quedó la mano oliendo a poncho de indio muerto por una semana no importa cuanto jabón me heché. Señorita, por favor, póngace un poco de limoncito.

Y la Hombre-Lobo te la metes por el culo.