miércoles, abril 19, 2006

Danny Potter y el extraño caso del satánico Doctor Fu Man Chu.

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Saludos, batilectores. Danny “El Pimpollo” Potter los saluda y les trae otra aventura que les helará la sangre, les aumentará la testosterona y les hará crecer el huevo por lo menos por dos pulgadas tan solo por leerlo; porque así de arrecho soy.

Extrañamente esta aventura comienza mientras yo estaba despierto y en mi cama, después de haberme tirado a una pendeja del Jefferson que necesitaba una muy buena nota para pasar. Yo le digo a la pelada esta “Tu chepa me sabe a caviar.” La man esta me responde “¡Aaaaaah! Que cosas dice, profesor. ¿Tanto le gustó?” Y yo le digo “No, reflechucha de tu madre, me sabe a una huevada salada, asquerosa y negra que acaba de salir del culo de un pescado ruso.” Luego de un patazo la boto de mi cama para que la zorra esta duerma en el suelo, porque a mi me gusta dormir con bastante espacio. Justo antes de quedarme dormido suena la Potterseñal que me advierte que en algún lugar del mundo hay peligro y soy necesitado, es decir, mi celular. Era la mamá de Patricio Mosquera, famoso director de cine ecuatoriano y el único artista de verdad del país, o por lo menos eso lo que el cojudo se cree cuando está fumado. Yo había conocido a la mamá de Patricio Mosquera en el local de la Gata Teresa, y ella me había ayudado en una de mis aventuras titulada ‘El extraño caso de cuanta verguisa le puede meter Danny Potter a la vieja de Patricio Mosquera por el Hortensio’ y por eso no me podía a negar a ayudarla. La vieja estaba preocupada porque Patricio estaba viendo demasiada animación japonesa rara, y se estaba portando aún mas extraño de lo normal, y quería que yo lo guiara a Patricio por el buen camino de nuestro señor Jesús, al que lo mataron los judíos. Yo le digo “¡Voy inmediatamente!”

Dos meses después me acuerdo que tenía que ir a ayudar a la vieja de Patricio Mosquera. Por suerte había anotado que tenía que ir a su casa en una envoltura de condón. Lo extraño es que yo había botado esa envoltura por el escusado, y justo dos meses después, mientras le abría la panza con una espada a un asesino a sueldo que trabajaba para una mafia rival en Hong Kong, dentro de la panza del man me encuentro con la envoltura de condón que había perdido. No me acuerdo como chucha terminé en Hong Kong; lo último que me acuerdo fue que yo estaba por el puerto marítimo, y me había encontrado con un pana. Nos fuimos a tomar un par de bielas, y luego sacaron la botella de Caña Brava Manabita... y cuando recobro el consciencia soy un doble agente del Dinamo Kiev infiltrado en la Mafia del Loto Negro de Shangai, lo cual no tiene mucho sentido porque el Dinamo Kiev es un equipo de fútbol. Como no tenía ni idea de que estaba pasando, decidí sacármela de Hong Kong e ir a ayudar a la vieja de Patricio.

Me logré colar en un prostíbulo flotante conocido como el “Me Love You Long Time” que me llevó navegando hasta Perú. En Perú le saqué la chucha a un indio y me robé su llama. Una semana después llegué hasta la casa de Patricio montado en mi llama, a la que ahora llamo Filemón.

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El de abajo es Filemón. Yo soy el de arriba.


Me encuentro a la vieja en la puerta, y esta me pregunta “¿Dónde chucha estabas, reverendo hijueputa?” Yo le digo “Eso no importa, zorra. Lo importante es que ahora estoy aquí. ¿Donde está Patricio?” La man me responde “Está en su cuarto, ha estado metido ahí por dos semanas y no ha salido para nada.” Me acerco a la puerta del cuarto de Patricio, y escucho un espantoso grito que venía desde adentro y sonaba algo así como “¡AAAAAAAAAAHHHHHHH QUE RICO!” No tengo vergüenza en admitir que me asusté como nunca en mi vida me había asustado.

Saqué una botella de Trópico Seco que guardaba en el saco y me tomé dos tragos para armarme de valor. Abrí la puerta de un patazo, y enseguida desee jamás haberlo hecho. Lo que vi dentro de ese cuarto es lo más horrible que he visto, lo más espantoso, lo más temible. Me debí haber quedado frío y pasmado por tan solo tres segundos, pero se sintió como una eternidad, una eternidad en el infierno. Nadie puede haber estado preparado para ver lo que yo vi. Lo que vi es demasiado horrible para contarlo con palabras, pero trataré de hacerlo lo mejor que puedo. Al abrir la puerta escucho el famoso éxito de The Divinyls ‘I touch myself’ cuyo MP3 Patricio estaba tocando en la computadora. “Oooooooh When I think about you I touch myself” decía la canción. Patricio estaba acostado boca abajo sobre su cama. El man tenía puesto pinzas para la ropa en los pezones y en los testículos, y se estaba autopenetrando el ano ¡CON UNA MALDITA PAPAYA! Con una maldita papaya, señores, para imitar lo que estaba haciendo en la pantalla de su televisor la heroína de la animación erótica japonesa favorita de Patricio, ‘Super Rape Masters Shinsengumi Gaiden parte V.’

Vomité el almuerzo sobre todo el piso, y pensé en salir corriendo. ¡Pero no, chucha! Si yo no puedo resolver esto, entonces nadie puede, y esta huevada no puede continuar. Decidí utilizar el único método comprobado que sirve para resolver todos los problemas del mundo, la violencia extrema. Le pegué un patazo maldito a Patricio justo en la panza. Tan maldito el patazo que la papaya salió disparada de su ano, haciendo un sonido “¡POC!” como si fuera corcho de botella de champaña. Como la papaya estaba bien lubricada, empezó a patinar por el piso al caer. Luego a punta de patadas la logré sacar de la casa. Me saqué los zapatos sin tocarlos con las manos, les eché gasolina encima y les prendí fuego; porque ni verga que me los iba a poner después de que tocaron la papaya. Pensé en quemar también la papaya, pero luego me acordé de lo que pasó en la película El Retorno de los Muertos Vivientes. En esa película queman un zombi, y luego las cenizas se mezclan con una nube, y después llueve y todos los muertos se hacen zombis. No tengo ni puta idea que hubiera pasado si hubiera quemado la papaya, pero de ley que hubiera sido una huevada mucho peor.

Regresé al cuarto y le saqué la chucha a Patricio tan duro que se quedó hospitalizado, y espero que con eso haya aprendido a no hacer cochinadas de mierda.

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Y lo peor es que el hijueputa se la estaba metiendo por el lado gordo!


EPÍLOGO
Me cuentan que la papaya sigue ahí donde la dejé. Unos días después de que me fui, unos perros estaban buscando comida, olieron la papaya un poco para ver si era comestible y dos segundos después salieron corriendo, se robaron un carro y luego se arrojaron con carro y todo por un barranco estilo pacto suicida Thelma y Lois. Los recogedores de basura se niegan a llevarse la papaya o acercarse al barrio. La papaya sigue ahí... durmiendo... esperando.

Por el lado positivo, puedo decir que Patricio no ha vuelto a hacer cochinadas, porque entró en coma dos días después de entrar al hospital. ¡Otro triunfo en nombre de Jesús! ¡Tomen eso, judíos!

Cosas que perdí en esta aventura: Perdí mi fe en un Dios misericordioso que no permite que huevadas como esa ocurran. Perdí mi fe en la humanidad. Perdí un par de zapatos. Perdí el hambre por dos días.

Cosas que gané: Obtuve un nuevo desorden psicológico que mi padrino Krapowski ha bautizado como Papayafobia. Gane un entendimiento sobre el horror absoluto. Gané a Filemón, la asombrosa llama bailarina de Perú.

Saldo: ¡TODOS PERDIMOS!