La ultima corrida de Cleopatra Yagual, reina del ciberespacio.
Para variar decidí escribir una historia corta que no es necesariamente chistosa. Estaba el otro día leyendo ‘Neuromance’ de William Gibson, y me dije “Pffftt... Yo también puedo escribir esto.” Y bueno, hasta donde yo sé, este es la primera historia corta de Cyber-Cholo-Punk. Que es como Cyber-Punk, pero criollo.
“Maldita sea, rompí otro consolador,” gritaba Cleopatra desde su pequeño cuarto en una casa de Sauces 28 en la noche del 14 de Octubre del año 2075 de nuestro señor Jesús. Había sido un buen consolador marca Sony, de diez velocidades y recubierto con piel de negro sintética. Tenía Inteligencia artificial, por lo que hablaba y daba mensajes alentadores, aunque en japonés, cada vez que era usado, y aparte medía la temperatura rectal, si se usaba por el ano, para ver si ella estaba enferma. Cleopatra lo llamaba su Marco Antonio. No le había costado mucho obtener ese consolador; se lo había dado un marinero de la armada que lo trajo de contrabando a cambio de que ella usara sus dotes de hacker para ver si su amante lo engañaba con alguien en el ciberespacio. Le tomó un día encontrar la evidencia de que lo engañaba con una lesbiana de Texas en el mundo virtual, pero al indagar mas descubrió que la persona en verdad era un gorila super-inteligente experimento de un laboratorio en Alemania. Igual, la broma se la llevó el gorila, ya que el amante tampoco era una lesbiana, sino un casi transexual hombre con tetas arrepentido. Pero eso es otra historia.
Cleopatra se levantó de la cama y se puso un camisón para no tener que ver su propia desnudez, la cual no aguantaba ya que se consideraba a sí misma como un bagre. En verdad era bien fea; era gorda, tenía mas vello alrededor del cuerpo de lo quisiera, usaba lentes y de cara parecía que la habían entrado a puñetes cuando era bebé. Sus compañeros de la ESPOL, donde estudiaba Ingeniería de Sistemas, la llamaban Godsuki, en honor al hijo de Godzilla, a sus espaldas. Ella estaba acostumbrada; jamás había sido tocada por un hombre, pero en el ciberespacio no había puta mas puta que ella. En el mundo virtual ella tenía el cuerpo de una supermodelo, y había culeado con cientos de hombres, mujeres, inteligencias artificiales, y –¿quién sabe?- uno que otro animal inteligente experimento de algún laboratorio. Había culeado con los mismos muchachos de la ESPOL que se burlaban de ella, y también había follado como animal a algunos muchachos y muchachas de Samborondón, que normalmente ni la mirarían por ser chola, pobre, y fea.
Ella tomó al pobre Marco Antonio en sus manos. El pobre todavía gritaba “Auxilio, creo que estoy dañado, honorable usuario de esta humilde verga robótica” en japonés.
“Que pena que me da que te vayas, Marquito,” dijo ella. “Eras el mejor consolador que he tenido. No te botaré a la basura, tú te mereces un funeral vikingo.”
El consolador empezó a hablar de nuevo en japonés. “He fallado en mi misión de llevar usuario a orgasmo. He traído deshonra a mis creadores y a mi clan. Esta humilde verga robot no merece vivir. Mil perdones usuaria de vagina olorosa, voy a cometer acto de suicidio ritual para recuperar honor. BANZAAAAI,” grito el consolador antes de destruir sus propios circuitos. Cleopatra sonrió un poco; porque, a pasar de no entender japonés, siempre le parecía chistoso cuando el consolador empezaba a hablar pendejadas.
Cleopatra puso al consolador sobre su velador y se dirigió hacia su computadora. Ahora que no tenía nada con que distraerse, no le quedaba mas que ponerse a trabajar en lo que le habían encomendado. Es mas, ahora que su consolador había expirado, necesita terminar el trabajo rápido si quiere comprarse otro pronto. Eso no iba a ser un problema, no con el billete que recibiría por este trabajo; ahora ella había entrado a las grandes ligas de hackers. La fama de Cleopatra había crecido mucho gracias a ciertos trabajos que había realizado, como robo de información del Banco de Machala, y depositar un virus en DeFarra.com. Pero Cleopatra nunca había tenido que hacer una corrida tan peligrosa como esta; ella nunca había tenido que trabajar para el Cartel de Pasto.
El Cartel de Pasto, la organización de narcotraficantes mas grande del mundo, que por cierto no gusta de los chistes de pastusos. Cleopatra sabía lo que le había pasado a la última persona que hizo un chiste de pastusos en frente de ellos. Esa persona había despertado un día sin su verga y con una cibervagina de cuatro velocidades en su lugar en un burdel en Tailandia, donde trabajó por cuatro años hasta poder pagar su salida.
La corrida de Cleopatra consistía en entrar en la red interna de computadoras del clan Bucaram, buscar la localización del satelite orbital donde estaba congelado el cuerpo del patriarca Abdalá, y dársela al Cartel de Pasto para que puedan lanzar un misil y destruirlo. Cleopatra no sabía que líos había entre el Cartel de Pasto y el clan Bucaram, ni quería saber. Hay cosas que no son buenas saber. Cleopatra no sabía mucho tampoco de la historia de Abdalá; por lo poco que se había molestado en averiguar, sabía que durante su segunda presidencia en el 2012 el pueblo lo había intentado linchar, y que para salvar su vida el resto de su familia congeló su cuerpo y lo puso en orbita junto a los otros miles de satélites que flotan alrededor de la Tierra para que nadie lo encuentre. Solo el clan Bucaram sabe donde está el satélite y su orbita.
Se puso sus lentes de realidad virtual, pero no el traje de sensación, ni el adaptador vaginal. Este es un viaje de negocios, no de placer; no hay tiempo para un ciberpalo. Eso no importa; igual, después de este trabajo, tendrá el suficiente dinero para comprarse veinte consoladores como Marquito, o inclusive su propio Robo-puto, que lo montará como caballo de feria hasta romperlo. La conciencia de Cleopatra entró al ciberespacio, y su mundo se volvió un juego de Nintendo, dejando su feo cuerpo de carne y grasa por uno de bits y pixeles.
Se dirigió al servidor central del clan Bucaram a la velocidad de la información. Ella había estado monitoreando todos los paquetes de información que entraban y salían de ahí por semanas. Ya había desencriptado las claves que utilizaban los Bucaram para acceder a él desde cualquier parte. Cleopatra entró al servidor y fue bombardeada por una canción que no reconoció, pero que iba a así: “Y se marchooooó, y a su barco le llamó libertaaaaad...”
Cleopatra no le prestó atención; muchos sitios en el ciberespacio tienen música de fondo. Siempre hay un idiota con su blog de a verga donde escribe poemas insulsos y pone alguna cancionsucha pendeja. Cleopatra se puso a trabajar.
“Y en el cielo descubrió gaviooooootas y pensó...”
Cleopatra empezó a revisar todas las computadoras dentro de la red Bucaram, yendo una a una y buscando la información. De repente siente un agudo dolor en el cuello, no tiene tiempo ni para pensar. Cleopatra muere, y tanto su cuerpo virtual como el real yacen inertes. Nunca supo que la mató. La mano de Cleopatra inconscientemente tomó una pluma BIC y se la clavó en el cuello, obedeciendo al mensaje suicida subliminal que el clan Bucaram había puesto en la canción. Dentro de una hora, programas de inteligencia artificial, que patrullan la red buscando intrusos muertos, rastrearán la señal hasta la casa de Cleopatra. Mercenarios y samuráis a sueldo se meterán a la casa, borrarán toda la información de su computadora, y luego llevarán el cadáver a la perimetral, terminando así la última corrida de Cleopatra Yagual.
1 Comments:
Han pasado años ya desde que leí tu blog por primera vez, pero sólo quiero decirte ahora que eres un maldito genio macabro, esto es, un ídolo.
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